domingo, 5 de octubre de 2014

Sagua La Grande. La desaparición de los Mogotes de Jumagua


Los días negros de la ecología sagüera
Por: Pedro Suárez Tintín

     Llegó 1976, un año muy triste para nuestro grupo espeleo-arqueológico “Sabaneque” pues las amenazas del gobierno local de convertir a los Mogotes de Jumagua en una cantera de roca caliza se hicieron realidad y todos comenzamos a ver horrorizados como empezaban a construir un terraplén hacia las lomas. Todo tipo de maquinaria de construcción (más bien de destrucción) comenzaba a llegar a nuestro querido “Mogote”.


   
     Según los argumentos del ingeniero encargado de esta operación, a quien fuimos a ver apresuradamente, lo que sucedía era que “se estaba agotando la vieja cantera de Jumagua y necesitaban con urgencia continuar las estracciones de roca caliza”. Nada más fácil que trasladarse a Los Mogotes de Jumagua a solo un kilómetro y así ahorrar los gastos de una nueva prospección. “Esos mogotes son huecos debido a las cavernas que tienen y será muy sencillo demolerlos con dinamita”- otro espantoso argumento que le oímos decir a los encargados de la “nueva cantera”. “Los otros posibles sitios están más lejos y sería gran gasto para el gobierno trasladarse e instalarse”. Entre argumentos y más argumentos que oímos a los geólogos de turno, nuestra única conclusión era que todo giraba en torno al “facilismo” y ninguna solución justa y equilibrada se había discutido para resolver este grave problema por el que atravesaba  Sagua La Grande.

     La cantera hace falta, el progreso no se puede detener; pero “¿NADIE SE HA DADO CUENTA de quienes son los Mogotes de Jumagua para Sagua La Grande?”. Eso lo gritábamos en muy alta voz ante gobernantes locales, geólogos, “defensores del progreso”,  y defensores del facilismo. Creíamos que todos lo sabían como nosotros sin darnos cuenta que para ellos, Los Mogotes, no son más que un potrero; incluso debemos confezar que la opinión popular votaba en alto porciento en contra de nosotros pues nadie sabía absolutamente nada de las maravillas que encierra este antiguo bosque y de ahí la indiferencia con que veían su pronta desaparición.

     Durante esos días negros de la ecología sagüera, luto para la providencia, aprendí que en las Ciencias Naturales el conocimiento tiene que ser compartido; comprendí que era mucho egoísmo disfrutar privadamente de los misterios, secretos y curiosidades de los Mogotes de Jumagua, como lo habíamos hecho hasta el momento sin que los demás se enteraran de nuestros hallazgos y por eso comienzo por culparme a mi mismo de lo que sucedió con Los Mogotes de Jumagua.

Acordamos Alfredo Pérez y yo hacer una especie de informe donde se señalaran todos los puntos favorables para el área, e inmediatamente comenzamos a trabajar. Alfredo hizo todo un tratado sobre la importancia arqueológica e histórica de los Mogotes de Jumagua y yo me concentré en destacar la parte de las Ciencias Naturales (que se pueden encontrar en este libro), donde hice hincapié en la cantidad de especies y subespecies endémicas que habitan en este bosque a pesar de su reducido tamaño que no sobrepasa los 5 km², así como de la importancia espeleológica de sus amplias y hermosas cavernas. Hicimos además un estudio geológico apurado de otras áreas de roca caliza detrás de la vieja cantera hacia donde podría trasladarse esta industria, pero ya era tarde y no querían oirnos. El camino para la maquinaria pesada quedó construído a finales de 1976 y la primera explosión de la dinamita sería pronto…


     Por esos días de septiembre ingresé a la Universidad de La Habana para estudiar en la Facultad de Biología y le expuse a mis profesores todo lo recopilado sobre este rincón tan interesante pero ignorado del norte de Las Villas. En Sagua quedaron pendientes todos mis amigos de continuar la batalla por salvar a nuestros adorados mogotes; algunos llegaron a sugerir la idea de sentarse sobre la carga de dinamita para de esta forma protestar por el crimen ecológico que se iba a cometer. Leí mi informe en todo el Departamento de Zoología de la Facultad, un amigo estudiante de botánica me remitió a un viejo tratado donde también se hablaba de una palmita que era endémica de estos mogotes y eso no lo habíamos incluído en el informe, pero fue el protozoólogo Pedro Díaz quien me sugirió que fuera a ver al Dr. Manuel Rivero de la Calle que era muy amigo de Núñez Jiménez y que quizá pudiera influenciar en algo para detener la cantera.

Y así lo hice, aquella misma tarde visité a Rivero en su casa de la calle F # 110 en el Vedado y le hablé todo lo que pude sobre los Mogotes de Jumagua pero sin comentarle nada de lo de la cantera. Al terminar mi exposición Rivero me confesó que había estado en estos mogotes pero que se había quedado encantado con todas las maravillas que allí habíamos descubierto y que teníamos que invitarlo a visitarlo algún día. Ese fue el momento que aproveché para con tristeza decirle que ya sería imposible; -“En estos momentos quizá ya esté explotando la primera carga de dinamita allá en Sagua que los borrará para siempre del mapa verde de la Isla de Cuba”- le dije, y luego le amplié en todo lo referente a la cantera. Muy impresionado quedó mi amigo y profesor cuando me despedí aquella tarde y nunca me explicó lo que hizo a favor de aquella causa, pero sí estoy seguro que gran parte de lo que sucedió después tuvo un gran porciento de su influencia. El profesor (protozoólogo) Pedro Díaz me contó que Rivero había llamado a Núñez Jiménez y que este se había escandalizado con lo que estaba ocurriendo en Sagua La Grande con los Mogotes de Jumagua.

    Siguiendo la vieja manía de descubrimientos personales me hubiera encantado ser yo el redescubridor de la Palmita de Jumagua y pude haber dajado este secreto para Enero fecha en que pensaba estar unos días en Sagua pero “ La Tragedia del Mogote” me había curado de bajas pasiones y ya no existían en mí estos sentimientos egoístas; además, con la urgencia de reubicar a este endémico local, ya no había tiempo para esperas por lo que le escribí a mi amigo Charles (Carlos Huerres) describiéndole la palmita Emithrinax ekmaniana para que inmediatamente organizara una exploración para buscarla en las primeras lomas del Oeste y sin pérdida de tiempo así lo hizo con los miembros del grupo “Sabaneque” Alfredo Pérez y Guillermo Morales, encontrando algunas de ellas en la segunda loma. Este hallazgo le dió otro gran impulso a la causa porque inmediatamente propuse que estas palmitas se conviertieran en nuestro símbolo vegetal local y la idea comenzó a circular con buena aceptación.

     La primera explosión de la dinamita en la nueva cantera  sucedió por fín y  grandes bloques cercanos a Cueva del Agua eran recogidos por los camiones. Todos llorábamos de rabia. Yo lo hacía desde La Habana y mis colegas del Grupo Sabaneque lo hicieron en la propia Jumagua cuando todos asistieron a tan triste ceremonia casi junto la legendaria cueva que sirviera de campamento a las honrosas tropas mambisas del general sagüero Don José Luis Robau y que por esta razón habíamos rebautizado en nuestra cartografía como Cueva del Campamento. La explosión rozó esta cueva mambisa pero aún no logró derrumbarla, solo algunos integrantes de su interesante fauna fueron los primeros mártires.


     A principios de 1977, después que todas nuestras gestiones locales, provinciales y nacionales habían sido infructuosas, recibimos una gran noticia que nos dió al menos un respiro; las explosiones de la nueva cantera se mandaron a detener por un tiempo para estudiar con detalles lo que allí estaba ocurriendo. El mecanismo de cómo esto sucedió no lo sabemos, pero imaginamos que la orden tuvo que venir de instancias superiores, porque en el caso de los dirigentes locales y provinciales todos aprobaban la destrucción de Los Mogotes, el último pulmón ecológico que nos queda a los sagüeros.

     Aunque las explosiones se habían detenido los camiones continuaron sacando las rocas de la primera explosión. Pero cuando el respiro ya se nos parecía un poco largo y alentador sucedieron dos explosiones más lo cual nos indicó que la cantera continuaría. En La Habana le escribí al Dr. Antonio Núñez Jiménez explicándole todo lo que sucedía en Sagua y además entregué algunas copias a otros geógrafos y biólogos. Mi profesor Pedro A, Díaz también habló con otros colegas que le prometieron darlo a conocer en círculos superiores. Por Sagua y Santa Clara Alfredo se movió con desesperación, pero todo el año 1977 fue de incertidumbre porque a pesar de las pocas explosiones la maquinaria industrial no se movía del sitio.

     Me imagino que este haya sido un período de muchas discusiones en oficinas y ministerios que desconocemos porque para la segunda mitad de 1977 todo estaba detenido en El Mogote y con el paso de los años la vegetación se fue tragando el terraplén nuevo que desde la vieja cantera llegaba hasta la misma Cueva del Agua. A principios de 1980 ya las huellas de la “nueva cantera” habían desaparecido.

Se declaró “Area Protegida” en el año 1984.
  
 En aquella ocasión escribí en mi libreta de campo (refiriéndome al aspecto ecológico, por supuesto):

“Murió El Potrero. Se acaban de descubrir  Los Mogotes de Jumagua”.

“Como en los cuentos de hadas aparecieron de la nada; antes eran invisibles pero ya todos lo ven. Nunca se habló de ellos en alguna escuela sagüera porque en realidad nunca existieron”.







ARCHIVO SABANEQUE
1970 -2014



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