extracto
Esta fascinante historia proviene de la rica tradición marina de la franja Corralillo-Rancho Veloz donde iban a descanzar muchos lobos de mar incluyendo viejos piratas y bucaneros .
La historia nos la narra un viejo profesor retirado de Rancho Veloz al cual fuimos a consultar sobre el caso del galeón Santa Lucía donde él tuvo participación en los años cincuentas (Ver: LA LEYENDA DEL JATAL), pero curiosamente en Sagua era bien conocida esta “leyenda” por algunos amantes de la tradición que me la contaron integramente tal y como la anoté en Rancho Veloz.
Al parecer es nuestro José Antonio Beltrán el autor original de las diferentes versiones que hoy circulan por Sagua La Grande. A Pepe se le publicó sus narraciones en periódicos de fin de siglo que hoy poseemos en nuestra colección, pero este es “un rescate oral” inédito que resultaría en extremo fascinante de ser real ya que el protagonista dejó su historia inconclusa.
Nos referimos al pirata cubano llamado Diego Grillo que en nada envidiaba en su crueldad a sus maestros el corsario Francis Drake y el despiadado Pata de Palo que tanto terror causaron en nuestras costas.
Esta tradición nos cuenta que el farero de Bahía de Cádiz, siendo muy jóven en 1827, conoció a un viejo pescador en el área de la playa de Ganuza que fue su inigualable maestro en las leyes y conducta marina como jamás pudo igualar después de sus experimentados años de acción y aventura. Su maestro era un caballero muy culto que combinaba los buenos modales con el salvajismo de una pelea. Pero lo interesante de este encuentro no eran las enseñanzas del maestro Don Onelio Valdés, sino la confesión final donde decidió este contarle a su discípulo que él era el hijo de Don Francisco Valdés, el tataranieto del temible pirata Diego Grillo que aún vivía en una finca cerca de La Panchita.
El viejo tenía 90 años y conservaba toda la historia del legendario pirata contada por su padre, el bisnieto del pirata que nació en 1687, el cual narró que, convirtiéndose en persona respetable de la zona, Don Diego cambió apellidos, árboles genealógicos y todo lo que pudiera atarlo al oscuro pasado de la piratería, pero temeroso de su pronta muerte lo contó todo a su hijo menor que a su vez se encargó que la cadena de confesiones continuara a lo largo de su descendencia familiar.
Orgulloso de su valiente antepasado decidió finalmente pasar la verdad a su hijo Onelio quien se lo contó al farero (que nunca hemos averiguado su nombre). Suponemos que el farero se lo haya contado a Don Pepe Beltrán pues ellos tuvieron contacto en 1867 y de él provienen todos esos cuentos de mar.
Diego Grillo tuvo 6 hijos con una cubana del sitio Hatogrande que más tarde se conoció como Ceja de Pablo; allí se retiró el temible pirata donde murió a los 82 años de edad sin que nadie pudiera identificarlo, pues además de su total transformación, un curioso acontecimiento vino a sumarse a su suerte final; resulta que a los 50 años ya el pirata se sentía cansado y con buena fortuna para disfrutar por lo que decidió retirarse tomando su puesto otro mulato que confundió por muchos años a los españoles los cuales pensaban que se trataba del mismo Diego Grillo y que incluso se hizo llamar Diego al igual que el viejo pirata.
Don Onelio le contó con orgullo,como su antepasado disfrutaba desde la comodidad de su finca “las hazañas de su doble”;incluso desde Inglaterra donde viajaba a menudo con toda su familia a otra hacienda que poseía.
El menor de sus hijos, con una historia muy activa en 1640, fue el cabecera del árbol genealógico que llega hasta Don Onelio a partir del cual muy poco se conoce aunque se reconoce como tronco del 40 porciento de los Valdés de la jurisdicción de finales del siglo XIX.
En la antigua jurisdicción de Sagua La Grande tenemos dos “huespedes”, según leyenda,que decidieron dejar atrás sus tristes pasados de sangre,uno de ellos lo es el pirata cubano Diego Grillo y el otro lo es el legendario corsario francés Jean Laffite de cuya descendencia proviene la familia de nuestro actual coterráneo Rafael Rasco residente en Long Island pero que vivió muchos años de juventud en la Villa del Undoso desde donde se origina toda la trama de su fascinante libro: “de guacamaya a la sierra”, el cual recomendamos a los amantes de las leyendas.
No existe ninguna duda de que el norte de Las Villas constituyó un definitivo refugio o retiro para muchos “hermanos de la costa” ya cansados de sus aventuras oceánicas…
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