Y en efecto. ¿Quién es, qué es la Muerte para arrebatarnos el espiritu, la palpitante vigencia de aquella mente lúcida, aquel pensamiento de excepcional latitud en el que se aunaban la profundidad de las ideas, la depuradísima expresión literaria y la constante "agonia" por los destinos de la patria?
Su obra permanece ya por siempre como uno de los más firmes y sólidos aportes al acervo cultural de Cuba. Esa "linea maestra" de que hablaba Alfonso Reyes, el mejicano universal, y que entre nosotros parte de los Caballero, Arango y Parreño, Varela, Saco, los Del Monte, Luz, Martí, Sanguily, Varona, se prolonga en Mañach con lógica y natural fluidez, continuando por derecho propio la brillante sucesión de esas cumbres señeras entre la pléyade de nombres luminares que conforman la base, el fundamento, la columna vertebral de la nacionalidad.
Hablar de Maiiach, de esa personalidad dotada de tan ricas y variadas facetas no es fácil empresa. Menos aún al considerar que se trata de alguien que fue nuestro coetáneo. Y el caso se agrava cuando, en plena conciencia de nuestra condicion de cubanos, nos situamos ante el hecho escueto pero altamente conflictivo y polémico de que este compatriota eminente dedicó una buena parte de su vida al quehacer politico.
Si Mañach se hubiera limitado a la especulacion filosófica exclusivamente, o a la cátedra, a la alta crítica literaria, a los estudios histéricos, al tratamiento de temas políticos y sociales, cualquier valoración crítica de su obra y de su vida se vería reducida a las "élites" intelectuales y en menos escala a gentes de un cierto nivel cultural. Pero Manach - y ésta es la más firme conviccion de quien suscribe - se entrega a los menesteres políticos, baja de la cátedra del aula universitaria a la tribuna callejera, porque siente que su deber como ciudadano le exige un inexcusable deber de servicio cívico y de militancia política. En su último artículo se refiere al decoro de hombres que nos llama a la defensa de la patria que padece de injusticias, y nos dice con el Apóstol “El que vive de la infamia o la codea en paz, es un infame. Abstenerse de ella, no basta: se ha de pelear contra ella."
Y como toda pelea significa riesgos, se expone resueltamente a los efectos del primitivismo rampante que generalmente caracterizaba aquella política, lastrada a través de todo el itinerario histórico de la república por una serie de lacras, aberraciones y elementos negativos que todos nos sabemos y cuyas consecuencias, por desgracia, todos estamos sufriendo.
Bien pudo Mañach, al igual que otros intelectuales en todas partes, encerrarse en su torre de marfil soslayando la ingrata realidad circundante; bien pudo quedarse tan tranquilo en el- entonces - placentero ambiente de Harvard, Columbia o cualesquiera de los grandes centros docentes de este país, lejos del suelo patrio. Pero más pudo en él su responsabilidad ciudadana, y se dio sin ambages a participar en la brega por una Cuba mejor.
Por supuesto, que Mañach era la antítesis del político tradicional al uso. Y al decir esto no pretendo medir con el mismo rasero a todos los que ejercian tales quehaceres. Debemos dejar bien sentado de antemano, por evadir esa tendencia nuestra tan socorrida a las generalizaciones derogatorias, que en Cuba teniamos buenos politicos, y aun podriamos anadir que muchos, pero, por desgracia no les quedaba más remedio que desenvolverse en una actividad cuyo desprestigio fue en aumento por obra y desgracia, sencialmente, de la calamidad endémica de la corrupción administrativa, verdadero talón de Aquiles de nuestra vida colectiva.
Contra éste y otros muchos males combatió Mañach incansablemente, con tenacidad, adscrito a una invariable línea de pensamiento a lo largo y ancho de toda su vida dedicada al esfuerzo de erradicar nuestros vicios, desde sus primeras luchas juveniles del Grupo Minorista, la "Revista de Avance" y posteriormente del ABC hasta los últimos días de su fecundo existir.
(Continuará.)
Nota: Este artículo, de varias partes, fue escrito por Juan Barturen en la revista “El Undoso” Agosto de 1975. Barturen, entre otras actividades en favor de Sagua, fue el que talló los versos de Martí en el muro del Rincón Martiano de Sagua La Grande.
Debemos agregar que nuestro querido amigo y admirado sagüero Don Juan Barturen acaba de fallecer en la ciudad de Miami el pasado 20 de Marzo de 2011.
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